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Murciélaga

Santiago Capriata



¿Qué es la noche si no es un secreto que se dirá mañana?

Una loba había aullado que la luna llena adelgazaba cada vez que yo la miraba.

Y me arranqué los ojos.

Sonámbulo y ciego, demolí mis acrobacias.

Y perdí la vista pero también la gracia.

Y entonces olí una vida.

El perfume de una murciélaga herida.

En el horror de la noche más oscura.

Vos sola y en ayunas.

Volando para atrás en la bruma.

Buscando tu sangre y pidiendo ayuda.

Y salí de la cueva y me puse en el medio.

Para recetarte el remedio.

Y te lances de cabeza a mi aroma.

Y me absorbas y me comas.

Pero aterrizaste y desangraste tu vuelo.

En las alas de este murciélago.

Que ahora muere por clavarte un colmillo.

Y subirte al árbol de su altillo.

Para transfundirte la boca en tu boca.

Y llenarte de su sangre poca.

Hasta que resucites la vida y los ojos.

Y le convides tus labios rojos.

Y por fin te vea él y lo veas vos.

Y quedemos ciegos,

por el aire,

los dos.

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