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Murciélaga

  • Foto del escritor: Santiago Capriata
    Santiago Capriata
  • 23 feb 2024
  • 1 Min. de lectura



¿Qué es la noche si no es un secreto que se dirá mañana?

Una loba había aullado que la luna llena adelgazaba cada vez que yo la miraba.

Y me arranqué los ojos.

Sonámbulo y ciego, demolí mis acrobacias.

Y perdí la vista pero también la gracia.

Y entonces olí una vida.

El perfume de una murciélaga herida.

En el horror de la noche más oscura.

Vos sola y en ayunas.

Volando para atrás en la bruma.

Buscando tu sangre y pidiendo ayuda.

Y salí de la cueva y me puse en el medio.

Para recetarte el remedio.

Y te lances de cabeza a mi aroma.

Y me absorbas y me comas.

Pero aterrizaste y desangraste tu vuelo.

En las alas de este murciélago.

Que ahora muere por clavarte un colmillo.

Y subirte al árbol de su altillo.

Para transfundirte la boca en tu boca.

Y llenarte de su sangre poca.

Hasta que resucites la vida y los ojos.

Y le convides tus labios rojos.

Y por fin te vea él y lo veas vos.

Y quedemos ciegos,

por el aire,

los dos.

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