top of page
Buscar

Araña

Santiago Capriata


Odio a las arañas.

Podría crujir con la boca las alas de una cucaracha viva, morderle los ojos y tragármela.

Dormí cuatro años con un cobayo y estoy convencido de que podría medir con regla la cola de una rata.

Creo que hasta podría abrir la mandíbula de una yarará para cepillarle los dientes.

Con las arañas no puedo.

Me gana la fobia.

De chiquito quise tocar a una viuda negra.

Caminaba entre las piedras e intenté subirla a una mano.

Un guardaparque me empujó para atrás.

La metió en una caja de plástico y desde ese día no soporto a las arañas ni en videos.

Pero ayer me apareció uno y lo dejé correr.

Una tarántula se ponía patas para arriba y se sacaba los pelos.

Se rapaba entera.

Se deshacía.

Tardaba más de diez horas.

Leí que algunas tarántulas se deshidratan en el proceso.

Se desnutren.

Pierden extremidades.

Se mueren.

Se mueren así: ahogadas en su propia existencia, asesinadas por su pasado.


En este momento soy una piel llena de mí.

Que está mudándose.

Que se vacía.

Ya llevo más de diez horas.

Llevo meses, en realidad.

El viejo cuerpo me asfixia.

A veces me cuesta respirar.

Pero ya tengo dos patas nuevas.

Y dos ojos nuevos.

Y el corazón por la mitad.

コメント


¡Suscribite gratis para recibir nuevos textos!

¡Gracias por unirte!

  • Instagram
  • Twitter
bottom of page