top of page
Buscar

Hay un grito en el papel

Santiago Capriata

Desde Montevideo, Uuruguay.


A los 14 años, Sandra Rosso miró por la ventana de su casa y se dio cuenta de que el vecino de enfrente era el mismo señor al que en la tele llamaban Mario Benedetti.


A los 18, lo frenó en la calle. Le dijo que admiraba sus poesías, pero que más la conmovían sus cuentos. Benedetti movió apenas el bigote y le contestó una sonrisa envuelta en un "muchas gracias".


Desde el 2009, Sandra trabaja en la "Fundación Mario Benedetti", en Montevideo. Responde mails, organiza talleres de escritura, recibe visitas.


Hace un tiempo, en medio de las tareas cotidianas, le llegó un correo bastante extraño. Era un archivo adjunto. Era un dibujo. Era una línea. Era, apenas, un contorno.


Sandra clickeó en la cruz de su pantalla y miró para otro lado.


Pero días más tarde, el mismo emisario volvió a enviar un archivo adjunto con el mismo dibujo, que era una línea, que era un contorno, que era algo más: ahora en la hoja también se veía, suelta por ahí, una frase de Benedetti.


Sandra esta vez clickeó en la cruz y se quedó pensando.


Semanas después, luego de abrir otros mails que sucedieron a los dos primeros, Sandra no pudo mirar nunca más para otro lado.


El dibujo que era una línea, que era un contorno, que era apenas una frase, se transformó en un rostro hablado. Porque son todos dichos de Benedetti entrelazados, anudados unos con otros, los que hacen a este retrato realizado por un joven artista uruguayo.


"Quienes lo conocieron mejor aseguran que Mario era de poco decir", comenta Sandra.


Y el dibujo, acostado en uno de los muebles de la fundación, mueve apenas el bigote. Y en voz bajita, para que nadie escuche, empieza a reír.

Comentarios


¡Suscribite gratis para recibir nuevos textos!

¡Gracias por unirte!

  • Instagram
  • Twitter
bottom of page