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Violeta Parra nació el 4 de octubre de 1917, semanas antes del comienzo de la Gran Revolución Socialista impulsada en Rusia.
A los siete años robó la guitarra de su padre, que estaba escondida en un armario de su casa, y se puso a probarla: como el instrumento era más grande que ella, para tocarlo primero debía apoyarlo en el suelo.
Cuando abandonó la ciudad de Chillán, a los 16 años, se fue sin avisarle a su familia y sin techo que la esperara. Se subió al primer tren con destino a Santiago, la capital de Chile. No llevaba equipaje pero sí una guitarra. La primera noche en la gran ciudad la durmió en una comisaría.
Con Luis Cereceda, su primer esposo, sufrió violencia doméstica. Pero ella también reaccionaba: devolvía los golpes con las botas metálicas de maquinista ferroviario con las que él trabajaba. Incluso a Gilbert Favre, otro de sus amores, cierta vez le lanzó un piedrazo en la columna vertebral que lo dejó paralizado durante algunas horas.
A los 38 años viajó por primera vez a Europa, a un Festival Mundial de la Juventud celebrado en Polonia. El viaje en barco duró más de dos semanas. Violeta cantaba día y noche, por eso un grupo de la delegación, cansado de escucharla, le robó su guitarra. Ella llegó a pedirle al comandante que diera la vuelta, que volviese exactamente por donde había navegado, por miedo a que su tesoro estuviera flotando en el mar.
Un año después, a mediados de 1956, la invitaron a una fiesta en la residencia del embajador chileno en Francia. Ella eligió quedarse afuera, se instaló en la entrada de la mansión y empezó a vender sus discos: "No pretendan que a los ricos les regale mi trabajo".
El 22 de mayo de 1960, en la ciudad chilena de Puerto Mont, Violeta sintió algunos movimientos muy fuertes en la tierra. Pasadas unas horas se dirigió a la oficina de Correos y Telégrafos con un propósito claro: enviarle un telegrama a Dios. No la dejaron. Pidió hablar con el gerente de la sucursal. Envió al fin: "Oye, Dios, ¿por qué no me mandas un terremoto? Firmado: Violeta Parra". Dos horas y 11 minutos más tarde se desató en el sur de Chile el peor terremoto que sufrió la humanidad en toda su historia, con una magnitud de 9.5 puntos en la escala de Richter.
En abril de 1963 participó de una protesta contra el régimen del dictador Francisco Franco en el consulado de España en Ginebra, Suiza. Allí, con sus 1.52 metros, Violeta catapultó su firma: las bombas molotov que estrelló en la fachada del edificio eran botellas de vidrio que no tenían alcohol ni gasolina. Tenían, en su interior, litros de pintura. El fuego de Violeta fue un cuadro.
Como los que colgó un año después en el Museo de Artes Decorativas del Louvre. Allí mostró, además de sus cuadros, sus arpilleras, sus máscaras y sus esculturas de alambre. Así se convirtió en la primera artista latinoamericana en exponer en aquel establecimiento. Violeta se enteró un día que su arte iría a verlo un grupo de distinguidos chilenos de clase alta, por eso tomó una decisión: no bañarse hasta la fecha en cuestión, porque "a los burgueses hay que hacerles entender que la pobreza tiene un olor".
Allí, en París, le preguntaron qué arte elegiría entre la poesía, la pintura, la música y los tapices. "Yo escogería a la gente", respondió ella a menos de dos años de pegarse un tiro en la sien derecha, el 5 de febrero de 1967.
Ya hacía tiempo que Violeta se había convertido en una de las máximas referentes de los cantos populares y de las canciones folclóricas de Chile. Con una guitarra, un cuaderno y un lápiz, iba de una punta a la otra del país tocando casa por casa. Lo único que le interesaba era que le abrieran la puerta personas muy, muy mayores. Allí escuchaba y anotaba todo lo que le cantaban sus "abuelitos y abuelitas", como ella los y las llamaba. Luego devolvía la gentileza haciéndoles regalos o cocinándoles algo rico.
"Mi objetivo es devolverle al pueblo lo que es del pueblo", aseguró una vez. Y al pueblo le devolvió más de 3.000 canciones autóctonas que estuvieron a un par de canas de perderse para siempre.
Porque de alguna forma Violeta hizo de su hazaña lo que había hecho en su infancia.
Ahora retrocedemos el tiempo y estamos ahí, en su infancia: ella tiene unos pocos años, todavía vive con su familia y ya le picó el bichito de querer ganarse sus primeras monedas. Entonces los fines de semana recorre pasillos y se agacha en floreros. Violeta Parra es una nena adentro de un cementerio. Es esa nena que en el cementerio de Chillán se encarga de ir tumba por tumba cambiando el agua, todo el tiempo cambiando el agua, para que las flores no se pudran.
No se pudran nunca más.
Viole 💜. Tremendo texto. Gracias gracias gracias!.
Hermoso!!!