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Somos ojos mirando vidrios en el vientre de un pájaro.
Afuera, las copas de los árboles empiezan a temblar.
Pronto dejaremos de ser lombrices y miraremos con cuello de jirafa.
Los edificios, fisicoculturistas vanidosos,
tratarán de ocultar sus complejos de enano
con lunares de sombra:
o son los más altos de la Tierra
o no son nada.
En menos de un minuto nuestro cuerpo
medirá 10.000 pies de altura
y las orejas llamarán al plomero:
los dos oídos taparán sus caños.
Mientras, los rayos del sol entrenarán su puntería
en una diana minúscula:
hasta los cruceros más enormes
tendrán el tamaño de una simple mostacilla.
Y las nubes, pedazos de nieve jugando a la hamaca,
entrarán en escena para indicarnos
con su línea de espuma
que ya llegamos a lo más alto del vaso.
No faltará mucho para empezar a descender.
Al final nos acercaremos al suelo
un poco borrachos,
pensando firmemente que ese mar brilloso
que ahora vemos es en realidad
el lomo de una gigantesca serpiente
que acaba de encremar sus pieles.
Muy bueno!!!!👏👏
👏👏👏👏👏